Reflexión

Cuando triunfó el nuevo material de escritura [el pergamino], los libros se transformaron en cuerpos habitados por palabras, pensamientos tatuados en la piel. (El infinito en un junco. Irene Vallejo).

jueves, 16 de noviembre de 2017

MITO, ARREPENTIMIENTO, SALVACIÓN. DON JUAN TENORIO, DE JOSÉ ZORRILLA


Escena de Don Juan Tenorio, en el Cementerio Central de Montevideo.

El mito de don Juan nace en España (sin entrar en discusiones), de la pluma de fray Gabriel Téllez, conocido por su seudónimo de Tirso de Molina. Don Juan, seductor y burlador no pisa por primera vez el escenario seduciendo a una dama, sino tan solo burlándola. Se ha hecho pasar por el duque Octavio para gozar de la duquesa Isabela; y cuando ella se da cuenta de que no es su amado y le pregunta «¿Quién eres, hombre?», él le dará una respuesta que no corresponde a su condición de seductor, sino de burlador: «Un hombre sin nombre». No le queda más que huir porque Isabela empieza a gritar despertando al rey de Nápoles, en cuyo palacio sucede la escena. Así comienza El burlador de Sevilla y convidado de piedra.

La frivolización del mito ha hecho olvidar el trascendente retrato que Tirso de Molina en El burlador de Sevilla hizo de la condición humana mediante ese personaje contradictorio que, empujado por su absoluto egoísmo, enfrenta duramente la esencia del instinto con las creencias religiosas, normas de conducta y leyes –a menudo absurdas– con que el hombre civilizado ha intentado someter ese instinto a lo largo de los siglos.

La acción del Tenorio que se sitúa en Sevilla por los años 1545 últimos del Emperador Carlos V, es trepidante, transcurre en dos noches en consonancia con el dinamismo que define al personaje. En la primera parte don Juan es un joven alocado e impulsivo; en la segunda es un galán maduro pendenciero y apuesto en el que la nostalgia ha hecho mella. El lector, toma así conciencia de que don Juan ha cambiado, ya no es aquel libertino jactancioso sino el arrepentido que por mediación de la amada, ha conseguido vencer al destino. Y aquí conviene destacar como Zorrilla mediante este recurso atrapa al lector. La salvación de doña Inés, depende de la de don Juan. De no arrepentirse don Juan, doña Inés irá al infierno. Paradógicamente, gracias a don Juan, Inés podrá salvarse.

La salvación por amor es la solución cristiana y romántica que Zorrilla dio a su obra y que provocó el entusiasmo del espectador y la popularidad del autor casi de inmediato.


5 comentarios:

Pedro Ojeda Escudero dijo...

Qué buen análisis. Es lo que va de una forma de entender la religión a otra: de la teología del castigo a la del amor. Qué transición.

Abejita de la Vega dijo...

José Zorrilla burló a Tirso. El amor salvó a don Juan.
El fraile estaría indignado. ¿Contrición? ¿Amor? ¿Pureza absoluta? ¡Herejía!
Un placer leerte, Paco.

La seña Carmen dijo...

En mi época de estudiante, y creo recordar que sobre todo en el bachillerato, se recalcaban mucho las diferencias entre el don Juan de Tirso y el de Zorrilla, siempre a favor del segundo precisamente por el lado de la salvación.

En estos tiempos de tanta mujer vejada debería salir un tercer autor que hiciera intervenir a la Justicia, humana, para hacer justicia.

Prefiero ver la obra como puro teatro sin meterme en más honduras.

Myriam dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Myriam dijo...

¡¡Cierto!!, ¡qué bien traído El Burlador de Sevilla!,
de Tirso de Molina que leí en mis años mozos.
Y que buen análisis conciso y profundo.
Me ha encantado.

Un abrazo, Paco