Reflexión

Cuando triunfó el nuevo material de escritura [el pergamino], los libros se transformaron en cuerpos habitados por palabras, pensamientos tatuados en la piel. (El infinito en un junco. Irene Vallejo).

miércoles, 18 de abril de 2018

PARADA Y FONDA.



A veces, algunas veces, no demasiadas ciertamente, encontramos a alguien que, sin saber por qué, no tiene carácter de parada y fonda en el camino de la vida –de  nuestra vida– entonces  y solo entonces, retomamos propósitos y proyectos de futuro para compartirlos; deshacemos el hatillo de búsquedas y deseos, dejamos que el sentimiento invada la estancia y nos instalamos en él. Hemos encontrado nuestra otra mitad.


Aquel loco de Bénedek explicaba, entre otras cosas, que en un principio no hubo en el mundo sino el “fango original”. Y en aquel “fango original” vivían unos seres muy extraños mitad varón y mitad hembra. Entonces apareció de pronto entre ellos el dios del “fango original”, llamado Taráfaga, quien dividió en dos con su larga y aguda espada a esos seres de dos sexos y los obligó a separarse.

Desde entonces, varón y hembra viven en dos cuerpos distintos. Aquellos seres partidos en dos se dispersaron y no cesan de buscarse, con aquella terrible herida que les llega desde la punta de la cabeza hasta el talón, anhelando reunirse de nuevo, derramando sangre y exhalando terribles quejas. Esa búsqueda, esa ansia y añoranza de uno y otro es el amor.
Algo flota sobre el agua Lajos Zhilahy pág. 65-66.

Ocurre con demasiada frecuencia que arrastrados por el entusiasmo no profundizamos lo suficiente como para darnos cuenta que la ubicación del otro es provisional, las puertas del refugio no quedaron cerradas del todo y pasado un tiempo las pretendidas verdades, la comunión, el entusiasmo salen empujadas por la corriente de la convivencia; olvidamos el hatillo y salimos de puntillas dejando junto al café sin apurar, los apuros de una quimera que se vistió de amor; atrapados y ligeros de equipaje huimos de la estancia. Atrás, desparramados, quedan proyectos compartidos, besos, caricias y promesas que no eran sino palabras. Se impone marchar, de noche o de madrugada, como furtivos, sin recoger nada. Entonces solo entonces, volvemos al laberinto de nuestra soledad.




5 comentarios:

Pedro Ojeda Escudero dijo...

Hay que saber irse y quedarse, tanto como que hay que saber dejar irse y quedarse. Se aprende, solo hay que poner un poco de atención.

Abejita de la Vega dijo...

Estamos hechos de soledad. Besos Paco.

Myriam dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Myriam dijo...

Las relaciones humanas son complicadas, sobre todo cuando
se quiere poseer al otro, entonces se rompen (aunque siguieran bajo el mismo techo) pero este no e sel único motivo, también lo es que cada uno crece de manera distinta y a un distinto paso (si no se pueden compatibilizar, los estadios y tiempos de cada uno, también se rompe la pareja). Dejar ir, implica generosidad; irse, a veces, cobardía.

Besos, Paco

Kety dijo...


Interesante el argumento de Bénedek

Un abrazo