Reflexión

Cuando triunfó el nuevo material de escritura [el pergamino], los libros se transformaron en cuerpos habitados por palabras, pensamientos tatuados en la piel. (El infinito en un junco. Irene Vallejo).

viernes, 25 de septiembre de 2020

ABADÍA DE FONCEA. Dehesa de Arlanzón (Burgos)

 


Monolitos que recuerdan el lugar donde se ubicó la Abadía

A 20 Km. de Burgos y en la localidad de Arlanzón, acceso natural a la Sierra de la Demanda, asentada en su mayor parte sobre lo que fue a principios del siglo XX el efímero (apenas tuvo diez años de vida) ferrocarril minero [1]que transportaba mineral de hierro desde las minas de Monterrubio de la Demanda y Barbadillo de Herreros hasta Burgos, nace la Vía Verde.

Aproximadamente a 3,5 Km. desde el inicio, un panel informativo marca el desvío hacia los restos de la Abadía de Foncea. La decepción puede asaltar al visitante si tras contemplar cuatro monolitos sobre un breve resto de muro no puede encontrar en ese espacio, su historia.

Foncea nace en los comienzos del Condado de Castilla en el siglo X como Iglesia Abacial con el título de monasterio; en 1052 el rey Sancho de Navarra la entrega al obispo de Nájera y quince años más tarde es recuperada por Castilla llegando a ser una de las iglesias más importantes del obispado de Burgos en 1068.

Su abad, uno de los miembros más destacados del Cabildo de la Catedral de Burgos, actuaba de intermediador en el gobierno y administración de la diócesis de Burgos, recibía rentas del territorio y compartía con el Concejo de la Villa de Arlanzón la posesión donde se asentaba la Abadía, así como los aprovechamientos de pastos, leñas y roturos [2] del monte llamado Foncea o las Majadillas en torno a la Abadía y su iglesia.

Tan importante fue este templo que el título de abad lo ostentaron algunos Papas: «Clemente VII y Gregorio XII, tienen el título de abades de Foncea y precisamente en el vestuario de Canónigos de la Catedral de Burgos se conserva el cuadro de Clemente VII como abad de este lugar», asegura Don Agustín Lázaro.

La Abadía mantuvo íntegra su jurisdicción hasta después del Concilio de Trento. Tras las primeras desamortizaciones y desprovista de sus rentas, la casa-palacio quedó en ruinas a principios del siglo XVIII según consta en el libro de visitas de la parroquia de Arlanzón. Desde entonces, esta importante abadía secular cayó poco a poco en el olvido en la memoria de la historia de la diócesis burgalesa. Solo los mayores del lugar recordarán (con suerte) el espacio con el nombre de Convento de Foncea.

Recopilación histórica:

Don Agustín Lázaro López.

Canónigo Arcediano y Fabriquero de la S.I. Catedral de Burgos.



[1] El ferrocarril minero y las ferrerías de Barbadillo de Herreros y Huerta de Abajo tendrán su espacio.

[2] Roturar: derecho a labrar las tierras eriales o los montes descuajados, para ponerlos en cultivo.

2 comentarios:

Ele Bergón dijo...

Hola Paco,interesante lo que cuentas
Ahora .como en otros muchos sitios, solo quedan ruinas

Un abrazo

Pedro Ojeda Escudero dijo...

Tenemos el territorio sembrado de estos restos de lo que fue y ya no es, pero sigue con nosotros. Me anoto el sitio.