Cuando el escribidor decidió emborronar el blanco inmaculado
de la hoja de Word divagando sobre Insolación de doña Emilia Pardo
Bazán, lo preceptivo (o habitual) hubiera sido hacer referencia a su
estructura, personajes, argumento, narrador…, pero la morriña por la Condesa (título
que otorgara Alfonso XIII en reconocimiento a su labor literaria) quebró la
intención. El teclado pareció tomar vida propia habilitando las primeras líneas
libres, para doña Emilia.
«El año 1868
supone un hito en la vida de Emilia: Tres acontecimientos importantes en mi
vida se siguieron muy de cerca: me vestí de largo, me casé y estalló la
Revolución de septiembre de 1868».[1]
La Gloriosa puso broche al enlace de Emilia (16 años) y José
Quiroga (20 años) en la capilla de la granja de Meirás propiedad de los padres
de la novia, por las venas de ambos contrayentes corría sangre hidalga.
Sin renuncia al escenario aristocrático doña Emilia
fue –profesionalmente– capaz de convivir con campesinos, cigarreras,
proletarios camareras o echadoras de cartas. Criticó con dureza a la
aristocracia. Sí. Pero desde unas convicciones más próximas a la hidalguía que
al pueblo; la vertebración de la sociedad debía realizarse desde la clase
dominante. Digamos que lo suyo era una crítica “constructiva”: la aristocracia
tenía la obligación de mandar “más” y “mejor”.
Ello, al margen de su personal opción de situarse en
la vida al lado de los poderosos, no fue óbice para, en un tiempo en que el
talento femenino era discriminado, su vida y obra estuvieran volcadas en
reivindicar la cuestión del papel y la formación de la mujer, postura tanto más
valorable habida cuenta que incluso escritores y escritoras defendían que el espacio
natural de esta eran el hogar y los hijos. Entre 1889 y 1890 desde La España
Moderna[2] de Lázaro Galdiano defendió
con denuedo la situación política, social y cultural femenina. Es justamente en
1889 cuando se publican Insolación y Morriña (ambas subtituladas
“Historia amorosa”), dos novelas en las que lo femenino (que no el feminismo) abandera
el protagonismo.
Doña Emilia considera que el casticismo en la
literatura española representa un realismo particular y propio (defiende el
realismo a la española de Galdós y Pereda) y si bien Morriña se enmarca
entre el naturalismo y el realismo, Insolación con narrativa impecable,
personajes
bien definidos, lenguaje propio del pueblo y estilo complejo y novedoso se
acerca tal vez más al segundo. Nada mejor que un breve “tráiler” de la narración misma para revivir una lectura
apasionante.
Recordemos:
Derechos de la mujer:
«Señor, ¿por
qué no han de tener las mujeres derecho para encontrar guapos a los hombres que
lo sean y por qué han de mirar mal que lo manifiesten (aunque para manifestarlo
dijesen tantas majaderías como los chulos del café Suizo)?» pp. 93-94.
Definición de los personajes:
«Se coló por
la abertura una mujer desgreñada, cetrina, con ojos como carbones, saya de
percal con almidonados faralaes y pañuelo de crespón de lana desteñido y viejo,
que al cruzarse sobre el pecho dejaba asomar la cabeza de una criatura.» pág.
122
«El gaditano
estaba sin sombrero […] y a cada movimiento se le descomponía el pelo, bastante
crecido, negro y sedoso; al reír le iluminaba la cara la blancura de sus
dientes.» pág. 124.
Pintura de ambientes y costumbres:
«Miles de
tinglados y puestos donde se venden cachivaches que, pasado el día del Santo,
no vuelven a verse en parte alguna: pitos adornados con hojas de papel de plata
y rosas estupendas; vírgenes pintorreadas de esmeralda, cobalto y bermellón;
medallas y escapularios igualmente rabiosos; loza y cacharros; figuritas
groseras de toreros y picadores; botijos de hechuras raras.» pp. 107.
«Aquí no hay
color que no sea desesperado: el uniforme de los militares, los mantones de las
chulas, el azul del cielo, el amarillento de la tierra, los tiovivos con listas
coloradas y los columpios dados de almagre con rayas de añil... Y luego la
música, el rasgueo de las guitarras, el tecleo insufrible de los pianos
mecánicos que nos aporrean los oídos con el paso doble de Cádiz, repitiendo
desde treinta sitios de la romería: - ¡Vi-va España!» pp. 108-109.
Ambiente festivo de un día feriado
«Hervía la
gente, y mirando hacia abajo, por la pradera y por todas las orillas del
Manzanares, no se veían más que grupos, procesiones, corrillos, escenas
animadísimas de esas que se pintan en las panderetas.» pág. 104.
«Aquella
romería no tiene nada que ver con las de mi país, que suelen celebrarse en
sitios frescos, sombreados por castaños o nogales, con una fuente o riachuelo cerquita
y el santuario en el monte próximo... El campo de San Isidro es una serie de
cerros pelados, un desierto de polvo, invadido por un tropel de gente entre la
cual no se ve un solo campesino, sino soldados, mujerzuelas, chisperos, ralea
apicarada y soez.» pág. 107.
En la conservadora sociedad del XIX la Condesa de
Pardo Bazán llevó ya a colación valores y reivindicaciones “no aptos” para el
tiempo que la tocó vivir. Aun situados en la época no debemos pasar por alto
como, utilizando la ironía, puso negro sobre blanco todo aquello que la
sociedad no le permitía decir.
4 comentarios:
En efecto. Doña Emilia reclamó los derechos que ella misma echaba en falta para sí y esa postura valiente y avanzada le trajo muchísimos problemas. Es uno de los testimonios más relevantes de cómo la sociedad no reconocía a las mujeres su capacidad. Brillante entrada.
Te echaba de menos, Paco, y me alegro de volver a encontrarte con este acertado tráiler sobre doña Emilia, sus circunstancias y su novela.
Muy acertada la puntualización «lo femenino (que no el feminismo)». Doña Emilia, desde su posición, apuntaba maneras, hoy aparecería en los suplementos dominicales presidiendo algún consejo de administración. Las mujeres llegaron ¡por fin! a la RAE, pero la abuela que tiene que sacar a sus nietos adelante, porque sus padres murieron temprano por la droga, sigue teniendo parecidos problemas a los de esa mujer que va buscando una colocación para la mayor de sus nietas.
Bienvueltos sean estos intercambios.
Bienvenido a las lecturas, Paco.
Insolación es una novela amable después del mundo de bestias pardas que habitan en Los Pazos de Ulloa. Pero tiene miga la novelita y también corteza. Deliciosa de todas maneras, feminista, protofeminista o femenina.
Un placer leerte, Paco. Un abrazo.
Creo que no me recordarás Paco , dejé parado el blog durante demasiado tiempo, pero en su día seguias mis versos, he encontrado en una página antigua tu comentario y paso a saludarte.
De paso decirte que ha sido todo un placer encontrar tu blog con relatos sumamente interesantes, te aseguro que volveré a seguir leyendote
Te dejo un abrazo y mis felicitaciónes
Carmen
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