Reflexión

Cuando triunfó el nuevo material de escritura [el pergamino], los libros se transformaron en cuerpos habitados por palabras, pensamientos tatuados en la piel. (El infinito en un junco. Irene Vallejo).

sábado, 12 de febrero de 2022

EL ESCENARIO. Karmelo C. Iribarren

 


Tiempo ha que, para el desocupado lector, música y poesía eran cosas diferentes. Años después (curso 2013-2014) el profesor nos hizo ver que poesía es la música de la palabra. El Romancero gitano de Lorca se enseñoreo de la clase tomando protagonismo:  Antoñito el Camborio, Muerto de amor, Romance sonámbulo…, de este último con el trasfondo musical de Manzanita[1] y Ketama representantes de la fusión del flamenco con otros géneros (aprender no es solo estudiar) emergió con mayor fuerza Verde que te quiero verde y de él sus símbolos: Mar, verde, pozo, espejo, caballo, plata.

Así comenzó todo, luego llegó Lope que atendiendo a Violante me enseño lo que era un soneto.

Tras no pocos esfuerzos consultas y buena voluntad me dejé abducir por Góngora su Polifemo y Soledades con el trabajo añadido de llegar con cierto decoro a «rima, medida, silva, hipérbaton, tropo…».

Hoy, este mes, abordo una poesía inédita (acepción 3: desconocido, nuevo), para mí.

El más «resultoso» de los procedimientos para su comentario es acudir a la contraportada del libro, las reseñas de La Acequia y a la Wiki desde donde nos percatamos de estar ante una “literatura casi desnuda” en la que la narración se reduce a lo fundamental, conciso y superficial; con lo que el desocupado lector ha de aumentar su actividad y, como en Volver a empezar de José Luis Garci «rascar» de nuevo al margen de rima, hipérbaton, tropo para descubrir en El escenario una prosa truncada, fragmentada que habla de suspiros, angustias, recuerdos y nostalgias. Es, entiendo, un observar –sin prisas– la vida y la muerte.

Así lo veo.



[1] En 1978 graba su primer disco en solitario, Poco ruido y mucho duende, alcanzando gran éxito el tema Verde, adaptación del poema  de García Lorca.

3 comentarios:

La seña Carmen dijo...

Los versos de Iribarren, esa prosa rota, o más bien quebrada, va creando esa banda sonora que nos acompaña en nuestro diario pasar por la vida.

La poesía es siempre subjetiva. Iribarren lo transmite en cada verso y en cada quiebro.

Pedro Ojeda Escudero dijo...

Magnífica entrada que nos enseña que muchas veces, debajo de lo aparentemente sencillo, está toda la historia de un género como la poesía. Gracias, Paco.

Sor Austringiliana dijo...

A la poesía de Karmelo no le falta ni música ni letra. Es muy humana y se nutre de la vida porque la vida nos suele dejar atónitos y la poesía es una buena y bella respuesta. A JKarmelo lo conocimos en Burgos, presentaba El amor, ese viejo neón. A mí me gustó, se le entendía todo y era un alivio.