Reflexión

Cuando triunfó el nuevo material de escritura [el pergamino], los libros se transformaron en cuerpos habitados por palabras, pensamientos tatuados en la piel. (El infinito en un junco. Irene Vallejo).

sábado, 10 de junio de 2023

 

Joaquín Sorolla. Retrato de Vicente Blasco Ibáñez

04-VICENTE BLASCO IBÁÑEZ. Los primeros años. Retrato desde un diario.

Del Miquelrius emerge una foto en blanco y negro recortada de periódico con una nota adjunta: «Joaquín Sorolla (1863-1923). “Caballero español”. Retrato de Vicente Blasco Ibáñez, 1906 Óleo sobre lienzo. 127 x 90 cm. The Hispanic Society of America, Nueva York». Mestre Arnau, algo mayor que Blasco y cronista de excepción en este trabajo tiene –de sus notas se deduce– buena relación con la familia. Conoce las andanzas de Visènt. Tal vez como alumno y profesor (este muy joven) coincidieron en colegio e ideología.

En las primeras hojas del “diario” encontramos un elocuente testimonio de la personalidad de Blasco Ibáñez.


Desembre (1883).[1]

«Visènt ha escapado a Madrid llevando en un legajo de cuartillas escritas a lápiz, el manuscrito de una novela histórica para la que espera encontrar mecenas. Trabaja como secretario amanuense de Manuel Fernández y González, vive cerca del Viaducto[2] en una casa de huéspedes. Participa en mítines revolucionarios, frecuenta casinos republicanos y debates políticos llegando a pedir en uno de ellos la disolución de la Guardia Civil. Le prende la policía, esta situación hace que se sienta un gran revolucionario».

«En el Govern Civil l'espera donya María que ha anat a recollir a Visantico el fill esgarriat».[3]

 

Vicente Blasco regresó a su Valencia natal mutado a rebelde y republicano dispuesto al proselitismo federalista. La primera ocasión se presentó con la destitución en Madrid del catedrático de historia Miguel Morayta[4] tras su discurso de apertura de curso 1884-1885. Finalizando el discurso cuyo tema central era Egipto, Morayta incluye una reflexión significativa:


El profesor en su cátedra y como catedrático es libre, absolutamente libre, sin más limitación que su prudencia. Nada, ni nadie le impone la doctrina que ha de profesar, ni la ciencia que ha de creer, ni el sistema que ha de enseñar: ni aun siquiera los reglamentos le marcan los límites de su programa. El Estado, encerrándose en sus propias funciones, sólo le exige severa moralidad, profundo saber y arte para enseñar[5].

Autoridades y clero condenaron el discurso, prohibieron su difusión y Morayta fue apartado de sus funciones. En Madrid las manifestaciones estudiantiles en apoyo del profesor acabaron en enfrentamientos con la policía en lo que se conoce como «La Santa Isabel».

En Valencia, Blasco Ibáñez junto con otros, firmó un manifiesto condenando la destitución, lo que le obligó a ocultarse por un tiempo en la casa de un tío suyo. Fue la primera vez que tuvo que esconderse. La primera, pero no la última; cuando esto ocurre (noviembre 1884) apenas tenía dieciocho años.



[1] Año, nota mía. Presentamos las «notas» de Mestre Arnau entrecomilladas y precedidas de la fecha del diario.

[2] Une la zona del Palacio Real con las Vistillas. Fue el símbolo popular de los suicidas en Madrid

[3] Traducción: «En el Gobierno Civil lo espera doña María [su madre] que ha ido a recoger a Vicente, el hijo descarriado». Mestre Arnau en muchos, casos mezcla castellano y valenciano que traduciré si entiendo da lugar a error.

[4] Catedrático de historia, periodista y político republicano español, considerado como una de las más insignes personalidades masónicas de la historia de España.

[5]   MORAYTA, Miguel, Discurso leído por Don Miguel Morayta en la Universidad Central: Curso 1884-85, Madrid, La Reforma Burocrática, 1884, p. 92.

1 comentario:

Pedro Ojeda Escudero dijo...

Esa brillante rebeldía de Vicente Blasco Ibáñez que tanto nos debería inspirar hoy.