Reflexión

Cuando triunfó el nuevo material de escritura [el pergamino], los libros se transformaron en cuerpos habitados por palabras, pensamientos tatuados en la piel. (El infinito en un junco. Irene Vallejo).

viernes, 19 de noviembre de 2010

Frustración


Sr……… Sr……… Disculpe, estaba distraído. Puede pasar el día 23 a las 9:30 a recoger los resultados. La voz de la amable funcionaria, consigue mi vuelta a la realidad.

Por un tiempo, mientras esperaba mi turno en la ventanilla, el poster que con toda seguridad ocultaba anterior ocupación del espacio consiguió transportarme a un claro del bosque en el que se reunían todos los tópicos del otoño: Hayas con pies de musgo teñidas en su copa de marrones ocres y amarillos,  que se estampan sobre el azul de un cielo inmaculado, animado todo con el rumor -a mí me pareció oírlo- de un torrente que diagonalmente partía en dos la alfombra verde cubierta de hojas  salpicada con algunos acebos orgullosos por el contraste rojo de sus frutos.

En la calle los paraguas parecen tener vida pegados al seto que rodea el recinto. Camino del quiosco, el centro de arte me hace un guiño al que no quiero resistirme, en cada nivel del edificio la oferta es diferente: La estructura de una cama pende amenazadora del techo  intentando aterrizar sobre un grupo de sillas y elementos de hogar depositados en el suelo.

Paso al ambiente contiguo: en el centro de la blanca sala, perfectamente iluminado, algo que me recuerda a un motor, permanece frio e inmóvil en el suelo. Espero un tiempo para ver que surge de su interior pero no. Es así.

Tercer nivel: por fin, seis grandes lienzos con tonos rojos, azules y amarillos, ponen una nota de color en la muestra.

Ya no llueve y recojo el periódico que de ordinario menos me enfada.
Me siento mal, fuera de mi tiempo. Una fotografía en la pared de un despacho ha influido más en mí que el centro de arte contemporáneo.

8 comentarios:

Myriam dijo...

Te entiendo perfectamente, a mi me pasa lo mismo cuándo visito algunos museos de Arte Contemporáneo.

Pedro Ojeda Escudero dijo...

Pues consiguió no dejarte indiferente. Cuánto me alegra cuando retomas el camino creativo.

pancho dijo...

Es que hay museos que son así, difíciles de mirar.

Elegir el periódico que menos le enfada a uno, no es mala opción.

Merche Pallarés dijo...

¡Cómo te entiendo! A todos los niveles, lo del museo, lo del periódico... Muy buen relato y muy bonita la foto del "mistletoe" (lo acabo de mirar en el diccionario: muérdago). Besotes, M.

Asun dijo...

Fíjate que por un momento he pensado que hablabas del Guggenheim. Esa es la sensación que tuve cuando lo visité este verano.

Besos

Abejita de la Vega dijo...

Esos museos nos dejan así, tal y como tú describes. Hay quien lo disimula más, hay quien lo disimula menos y hay qien no lo disimula.
La Naturaleza nunca nos deja indiferentes.

Un abrazo, nos vemos.

Teresa dijo...

Vaya un competidor...
¡Qué reñido está este mundo de las letras!

Acebo, beso y Navidad... (horreur)

Anónimo dijo...

Buenos días, Paco Cuesta:

Pues aprovechaste tu entrada en el museo, y cambiaste la frustración por bellas y cálidas fotografías, de decorativos cuadros coloristas.

En cuanto al poster que tanto te llamó la atención, y que nos has hecho compartir, creo que en vez del despacho debería ocupar un lugar privilegiado en una de las paredes.

Saludos. Gelu

P.D.: ¿La fotografía con los frutos rojos, es un detalle del poster?. He vuelto a mirarla y las hojas no parecen de acebo ni de muérdago. Parecen de laurel. La he guardado para mirarla en otro momento más lentamente, pero antes la he aplicado el giro correspondiente para colocarla vertical.