Reflexión

Cuando triunfó el nuevo material de escritura [el pergamino], los libros se transformaron en cuerpos habitados por palabras, pensamientos tatuados en la piel. (El infinito en un junco. Irene Vallejo).

jueves, 16 de diciembre de 2010

El Autobús


Atravieso la avenida redibujando el contorno de la tarjeta – bus refugiada el fondo del bolsillo, temerosa de quedar desactivada al contacto con el gélido ambiente de la mañana.
El diario quehacer propone cambios de actitud, a veces simples y llevaderos y otras complicados y costosos, hoy  llevaré a cabo uno de aquellos, el objetivo es cambiar la independencia e incógnito del coche particular por la dependencia y conocimiento del transporte público.
Tras consultar en la Web horarios y recorridos, me enfrento a la aventura como si de encontrar el arca perdida se tratase.

-¿Sabes si ha pasado ya el de Plaza España?

La pregunta pone mi autoestima ciudadana en un punto elevado -tengo pinta de habitual. Ha pasado el 11 y el 3, de todos modos -contesto utilizando la ley de probabilidades- cualquiera le acercará al centro.

Al joven de la tercera parada lo que más le interesa en este momento no es la página de “Inquietud en el Paraíso”, su mirada va del libro a los ojos alegres e inquietos de la muchacha que repasa afanosa unas cuartillas con apuntes, se aproximan los exámenes. El marca páginas, a buen seguro, no se moverá de su lugar  hasta que uno de los dos llegue a  destino.

Desde el lugar que ocupo en la plataforma la ciudad es diferente, la visión queda ajustada a la realidad y la ausencia de responsabilidad hace que el trayecto sea diferente; si no fuera así, nunca hubiese visto que todavía se saca la ropa “al oreo” en las ventanas, ni que la ciudad imprime un ritmo a los transeúntes en función de la hora en que caminan, como si tuvieran el limitador de velocidad tarado en el mismo punto.,

-¡Ayer fue la caña, tía! nos pusimos hasta el culo, Juanma mezcló cerveza con anís y montamos una que te cagas.

La frase pronunciada casi en mi oído por un grupo que acaba de incorporarse rompe por un momento mi concentración. De no ser por este medio de transporte no se me hubiera ocurrido semejante mezcla, lo probaré en dosis pequeña.

En este micro-mundo los pasajeros se agrupan por castas, al centro y fondo los jóvenes que no han conseguido sentarse, señoras y señores cuidan de colocarse junto a alguien que les merezca confianza, los móviles son una buena oportunidad para aislarse del personal por medio del “pinganillo” o tecleando mensajes como posesos.

Me apeo.

Por listo, tanto observar, casi me paso de parada.

12 comentarios:

Asun dijo...

Observar a toda la fauna que se juntan en esos espacios es una actividad verdaderamente entretenida y variada. Alguna vez haré el recorrido entero de algún autobús sólo para deleitarme con las distintas historias que se me crucen.

Besos

pancho dijo...

Cuando escucho hablar así, pienso que la lengua de Cervantes y Gabriel García Márquez no merece ese maltrato.

Bien aprovechado el uso del transporte público. Muy divertido. me he reído con ganas.
Esta mañana en el autobus que me llevaba al trabajo, un pasajero repitió en voz tan alta que lo escuchaban todos los pasajeros, como seis veces seguidas: "ese bus de esa hora me viene de puta madre para volver" porque el conductor le decía los horarios de vuelta. Y el tipo tan tranquilo, como si fuera lo más normal del mundo.

Un abrazo

Manolo dijo...

Tampoco hubiera pasado nada continuaneo el trayecto. Habrías seguido ilustrándote sobre costumbres y expresiones.
Un abrazo

Pedro Ojeda Escudero dijo...

El uso de los trasportes públicos -ya sabes que no conduzco- me ha deparado buenos momentos siempre como observador, a veces como protagonista.
Y a veces sí me he pasado de parada.

Teresa dijo...

No conduce y es el típico toca pelotis paquete que va incordiando al conductor indicándole por dónde ha de ir y cuándo debe acelerar y, no miro a nadie.

¿Cómo que vas a mezclar anís con cerveza?

(Ya nos dirás si está bueno el brebaje, jeje)

El blus del autobús
es lo más, Kolega

Merche Pallarés dijo...

Divertido periplo... Yo estoy tan acostumbrada a coger autobuses, trenes, barcos, aviones (tampoco conduzco) que las diferentes faunas terrícolas ya no me llaman mucho la atención... Estoy inmunizada. Besotes, M.

Antonio Aguilera dijo...

Qué torpe soy se me ha borrado lo escrito.

Te decíoa que cuando se es buen observador, como tú eres, se aprende en cualquier circunstancia.

Y en el Bus, nos ahorramos las multas de tráfico. A mi ya no me caben más en mi expediente.

Un abrazo

matrioska_verde dijo...

¡que delicioso y entretenido relato de cotidianedad!

a mí me pasó lo mismo el otro día cuando cogí el bus, parecía un niño el día de REyes, hacía años que no montaba en un uno pero como mi coche lleva casi todo el mes en el taller esperando una pieza que no llega, me decidí por el bus... aproveché también para leer unos relatillos mientras no llegaba a destino.

y sí, la ciudad se ve de otro modo...

lo de la cerveza con anís, no sé yo... la cerveza me encanta por sí mimsa y adulterarla así me parece una aberración.

biquiños,

PABLO JESUS GAMEZ RODRIGUEZ dijo...

Esta linda entrada, querido amigo, me ha recordado mi epoca de estudiante en la Universidad, en Sevilla, hace ya tantos años...

Que tiempos...

Un enorme abrazo y feliz fin de semana.

Myriam dijo...

¡Vaya periplo el Tuyo! y que ameno tu relato.

Te recomiendo expreimentar los autobuses en Buenos Aires, si algún día viajas para allá: Van a mil por segundo y de golpe frenan, de modo que tu cuerpo queda de la cadeza a la cintura al lado del conductor y de la cintura para abajo, en la retaguardia total.
O apalstado por otros 10 pasajeros que no pudieron mantener el equilibrio, mientras el carterista te roba la billetera.

Besos

Antonio Aguilera dijo...

PACO no hagas caso a Myrian y no vayas a Buenos Aires que según cuenta lo dejan a uno con las cervicales hechas polvo y la cartera en mano ajena: qué mafiosos.

Cómo me he reído.

Vine por ver si habías publicado y constaté que estuviste de vinillos con los amigotes jajaja

Otro amigote

Anyonio

Abejita de la Vega dijo...

Se aprende mucho escuchando en los transportes públicos. Bueno, escuchando y mirando. Ves a gente cansada, a gente preocupada, oyes estilos de lenguaje que no te agradan pero que ya no te sorprenden. Son momentos de observación...no puedes hacer otra cosa.

Como me decías en mi blog, qué pillo el profe quedando con nosotros en la cafetería del Teatro Principal, al ladito del Salón Rojo, donde comienza el inquieto libro de Esquivias.

Besos