Retomo la afirmación hecha en la primera entrada de esta serie
reiterando mi desconocimiento de otras obras de Eduardo Mendoza, por lo que,
este comentario, al margen de otras consideraciones se refiere exclusivamente a
la experiencia con Riña de gatos y el
aprendizaje tras las aportaciones semanales del grupo bloguero de lectura
colectiva.
Al hablar de recursos no quiero referirme a la acepción técnica y
académica, sino más bien compartir mi percepción señalando al tiempo que noto en la novela un cierto aroma a Valle Inclán (próxima lectura) .
En una primera aproximación, y fijando la atención en los nombres
asignados a los personajes, se aprecia la intencionalidad me atrevería a decir
que grotesca o cómica del autor.
Imposible leer sin una sonrisa apellidos como: Salamero, duque de Igualada.
Higinio Zamora Zamorano, aprendiz de espía. Coscolluela y Marranón, policías, o el señor Mosca.
Acudiendo al traductor en línea, los apellidos ingleses, tampoco se salvan de
la ironía: Teacher y Bumblebee resultan ser profesor y abejorro
respectivamente. Insisto: he acudido a un traductor.
Hay a mi juicio, una clara intencionalidad
cómica en el autor, que en ocasiones deriva los nombres hacia el argot popular
(Antoñito por Anthony, Vitelas por Whitelands)
todavía más efectista.
Avanzando algo más en el análisis nos fijamos
en los personajes y su comportamiento: un tanto folletinesco como es el caso de
Toñina, menor de edad, prostituta y madre de un bebé. O marcadamente
costumbrista, cómico y enmarcado en la época como los policías españoles o el
conserje del hotel Ritz.
Qué decir de los enredos sentimentales.
Primero el trío Paquita, José Antonio, Anthony,
dos nobles y un intelectual -con pérdida de virginidad de aquella por
despecho. Después el arrebato adolescente de Lilí, hermana de Paquita, más
propios, de una novela de Corín Tellado que de el entorno de una tragedia
nacional.
Especial mención requiere Anthony Whitelands, bastante soso, llorique e ingenuo; tanto como para dejar dinero y pertenencias en manos de un desconocido, o entregar una carta comprometedora a un funcionario de su embajada. Digno sucesor del Superagente 86, se manifiesta protagonista
de situaciones absurdas como esconder a Toñina en un armario, ocultarse de sus perseguidores tras las cortinas, o bajo
la cama de su admiradora Lilí para, más tarde, pasado el susto, huir por la
ventana de la habitación. ¿Encerrará una crítica velada a los ingleses?
Sin más criterio que
salir del anonimato y manejado por todos, Anthony se nos proyecta como candidato
indiscutible a peripecias de novela policiaca con espía ruso –Kolia- incluido.
Para cerrar la
reflexión sobre los recursos, cabe destacar como el autor, crea una intencionada expectativa en el
lector: Álvaro del Valle sin descifrar la identidad de los generales, recorre durante todo el capitulo 28
los entresijos de la rebelión militar. Solamente en las últimas líneas sabemos
que se trata de Mola, Queipo de Llano y Franco.
Quedamos citados
para la próxima semana (capítulo 32) en Chicote, símbolo de una época,
referencia obligada de la vida cultural y de ocio en Madrid, cuyo propietario, años
atrás, fue barman en el hotel Ritz.
Imagen: Sala Velázquez (Elias Montaño)
9 comentarios:
Querido Paco: Has dado con una de las claves del libro. El tratamiento caricaturesco, con distanciamiento humorístico y tratamiento en forma de folletín de la sociedad española del momento.
Excelente tu análisis.
Esta obra que leí hace un tiempo me desconcertó totalmente porque no sé apreciar ese humor y lo que percibía de satítico,de caricatura me parecía fuera de lugar,tengo varias obras de Eduardo Mendoza a la espera para leer y como mi conocimiento sobre él era por su obra "La ciudad de los prodigios" pensé que "Riña de gatos" sería del mismo estilo.
Me ha encantado tu análisis porque ahora me hago una idea más precisa de la intención del autor. Mendoza, en efecto, es muy irónico y veo por qué derroteros ha querido llevar su "Riña de gatos". Gracias. Besotes, M.
Creo que aciertas plenamente en tus apreciaciones. Mendoza acentúa los aspectos costumbristas con un tono humorístico e irónico muy inteligente, que hay que saber ver.
En Béjar hay bastante gente que se apellida White y los llaman Vite. Me hizo gracia lo de Señor Vitelas.
Buen trabajo, bien ceñido al texto y no de "oídas".
Un abrazo.
Efectivamente Mendoza juega con los nombres para poner su nota de humor. Es una de las cosas de las que me percaté cuando leí la obra.
La ironía está presente a lo largo de todo el libro.
Me ha gustado mucho el análisis que has hecho.
Besos
Es un placer leer tu punto de vista sobre el libro. Así es: "soso, llorique y ingenuo". Un "digno sucesor del Superagente 86". Y los demás también son una caricatura: el de la Igualada, la colegiala espabilada, el policia...
Nos vemos en Chicote, en un agasajo postinero.
Un abrazo
Yo también pensé, a medida que iba leyendo, que a Mendoza no parece que le caigan muy bien los ingleses :-)))
También me di cuenta de ese pase de capote con el que nos iba llevando a la identidad de los tres generales golpistas.
Me ha gustado mucho este análisis.
Gracias.
Un humor muy irónico el que utiliza el Sr. Mendoza, me reiteraría en decir lo que pienso, pues leyendo el resto de comentarios, veo que hay "quorum" a ese sentido al que se encamina tu exposición de los personajes. Un recorrido certero pasear por tus letras.
Besos Paco y un lindo fin de semana!
Hola Erudito. Me das mucha envidia, de la sana (bueno no sé si hay sana) pero yo de mayor quiero parecerme a tí.
Gracias por ser siempre tan amable en tus comentarios. me haces sonreír.
Un beso (otro para B)
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