El interés de José
Luis Sampedro por los gancheros comenzó en Aranjuez cuando, de niño, vio como el Tajo quedaba “entarimado” con los
troncos conducidos por los “pastores del bosque flotante”. Con ser la maderada
ya en sí misma un espectáculo lo que más le sorprende son los hombres que la
conducen, moviéndose con total naturalidad por la superficie del agua.
Profundizar en su conocimiento le llevo a calificarlos como “los seres humanos
más íntegros que había conocido”; “naturaleza en estado puro”, y así los retrata
en El río que nos lleva. Rudos, sacrificados, nobles y temidos trabajan y viven
desde el deshielo hasta comienzos de verano en un espacio del que son reflejo mimético. Con la narración del día a
día muestra la dureza de su trabajo denuncia las injusticias y manifiesta la libertad de este colectivo frente a las
estructuras represivas dejando un
amplio espacio a la reacción emocional, a la sensualidad.
Libertad, represión,
sensualidad: hombres y mujeres.
José Luis Sampedro no
habla solo de hombres, la mujer tiene en El río que nos lleva, su propio
espacio. No la vemos desde dentro si no desde el impacto que produce sobre los
demás. Antes de establecer una opinión sobre el tratamiento de la mujer en la
novela, es interesante hacer memoria sobre su situación en 1940, época en la que
se desarrolla la acción.
La gran aportación de la Segunda
República a los derechos sociales y políticos de las mujeres -avance más formal
que real, por el arraigo de tradicionales prejuicios y por la corta vigencia
del régimen republicano- fue truncada por el golpe de Estado de 1936 y la
implantación del tradicionalismo católico. La mujer pasó a la situación social,
intelectual y política de ser inferior con vocación de madre y ama de casa
recluida al ámbito del hogar, sujeta primero a los padres y después al marido. En
el terreno sexual verá reprimido cualquier
atisbo de libertad en su cuerpo, perseguido el aborto, eliminado el
divorcio y propagada la natalidad como pilar básico y razón de ser de su presencia en el mundo.
El mensaje del Nacionalcatolicismo presenta a la mujer
con la carátula sus virtudes: maternidad
dulzura, capacidad de protección, diosa
del hogar. Mascarada complaciente de
una realidad supone: sometimiento en la vida cotidiana mediante la limitación de su
capacidad social y jurídica, control de su cuerpo, implantación de pautas
de comportamiento restrictivas en el modo de vestir e
impulsoras de la pureza y la decencia formal como referencia obligada.
La mujer en El río que nos lleva parece desplazarse
con una carga negativa. Paula lleva un pasado turbio hecho de pasión desengaño
y sufrimiento. Nieves, prostituta valenciana se casa por conveniencia con un
impotente dominado por su madre. Las intrigantes y malévolas hermanas Ruiz, Jesusa
y Cándida, ejercen de alcahuetas de su
hermano. La viuda de Sotondo; Emilia y Agustina criadas de la leprosería de
Trillo o Manuela la dueña de la taberna. Todas menos Paula se rinden a la primera de cambio a los encantos
del Seco y el Rubio. Sampedro elije la sensualidad -más amable al lector- para
exponer su visión del mundo y sus ideas
a través de sus personajes. No es la tragedia lo que le interesa, apuesta por
el placer efímero del fruto prohibido como respuesta a la adversidad, no
menosprecia a la mujer, ensalza y canta su libertad y su derecho a decidir por
sí misma. Defiende la vida y la naturaleza por encima del progreso, en un orden
nuevo que tenga como base lo auténtico. Intenta despertar la conciencia del
lector con la defensa clara y decidida de la libertad como hiciera don Pedro
con la bombillita verde alimentada por una pila en su bolsillo.
6 comentarios:
En efecto, Paco. No solo eso: parece que la sociedad no da en El río que nos lleva, ningún respiro a la mujer solo por ser mujer. Te has fijado en una de las claves del libro, sin duda.
La posibilidad de andar por la superficie del agua sin hundirse, como si se tratara de un milagro o de extraño animal, es otro atractivo más de la novela.
Aún no la he conseguido y he ido a por ella un par de veces, el librero debe estar a otras cosas más lucrativas.
Un abrazo.
¡¡ Me encantó tu entrada, Paco!! y estoy muy de acuerdo contigo en tu planteamiento.
Besos
Buenas noches, Paco Cuesta:
José Luis Sampedro, por boca de sus personajes hombres, nos deja bien claro lo dificilísimo que era vivir cuando “no se tenían tierras”, ni –en la mayoría de los casos- los más elementales estudios.
Para una mujer, todos los problemas se multiplicarían. En el relato, nos presenta a Paula, además de ser muy valiente, tenía que estar muy sola y en una situación muy desesperada, para unirse a ese grupo de desconocidos. El Americano desde el primer encuentro le inspira una gran confianza. Y los gancheros, se convirtieron en sus protectores.
Ah, y la mujer, hoy, si quiere, puede elegir libremente la maternidad, demostrar dulzura, capacidad de protección, y ser la diosa del hogar y fuera.
Un abrazo.
A pesar de las circunstancias adversas, siempre fue importante y determinante en nuestros pueblos el hacer de la mujeres: mandaban, intrigaban y manejaban los hilos desde la sombra, pero también levantaban casas ruinosas, arrimaban un jornal, ponían una mano en los trabajos duros, y siempre, siempre salieron adelante.
A esas mujeres, nuestras madres, nuestras abuelas, les debemos, aunque no lo parezca, mucho de lo que somos.
Las mujeres cargaban con muchos sentimientos de culpa, Paula se siente sucia, se siente mala y, en realidad, sólo es una víctima. El personaje opuesto es Cecilia, tan serena, tan pura...y no se le ocurre otra solución a su vida que la del convento. Otra víctima, triste destino el de la mujer española de entonces.
Tu entrada da en el clavo y en la clave.
Besos, Paco.
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