Reflexión

Cuando triunfó el nuevo material de escritura [el pergamino], los libros se transformaron en cuerpos habitados por palabras, pensamientos tatuados en la piel. (El infinito en un junco. Irene Vallejo).

jueves, 4 de diciembre de 2014

Obstáculos. Nada, Carmen Laforet

Estación Rosa de Lima (Burgos)

 -Parte sí, pero todo… Todo, no.

Sabía que  el maldito despertador atrasaba siete minutos y también  que era más eficaz en su misión si le programaba en buzzer; la función radio es menos agresiva, propicia esos –como ocurriera hoy- intervalos de espera en posición horizontal antes de levantarse oyendo sin prestar atención a lo que se oye. Tampoco preparó el neceser, ni la ropa, pero, total son cuatro cosas -¡Para un día!
Lo peor fue que el maldito bolso de cabina se empeñaba en no aparecer y no quería llevar el trolley.  -¡Es un trasto!

 -Llamaré a un taxi. Mejor lo tomo abajo. Esta calle es muy céntrica, en el tiempo de llamar termino de vestirme.
 -Todo, no. Todo no puede ser culpa mía. ¿Dónde diablos están hoy los taxis?
 -¡Por fin! ¡Taxi! ¡Taxi!... A la estación de ferrocarril ¡rápido!
 -No se preocupe llegaremos.

No quería echar leña al fuego, y calló. Habría ido mejor por el bulevar. Seguramente intentaba alargar el trayecto, lo que les importa a estos es que el taxímetro suba. Tenía claro que no llegaba a tiempo. Por el billete no había de preocuparse, tenía un abono mensual.
El taxi inesperadamente paró. La maraña boscosa, a veces no nos deja ver los árboles.

 -Ya estamos. Por el bulevar hubiéramos pillado obras. Son cuatro cincuenta.
-Quédese el cambio. ¡Gracias!
 -A usted. ¡Buen viaje!

Al fin los obstáculos se habían salvado, le sobraban tres minutos, la culpa fue del agitado día anterior. Lo del “mal de ojo” es una tontería, pero las fuerzas del sino le había sido adversas, no hay duda. Haría el trayecto leyendo, Nada estaba allí desde la semana pasada. Tendría tiempo sobrado para terminar la lectura.

 -¡El móvil! ¡Me he dejado el móvil! ¡Mejor! Bien pensado hace unos años no sabíamos que existía y vivíamos igual. De cualquier modo ya no tiene solución.

Por megafonía anunciaron la salida y el reptil mecánico presto a la orden, primero lentamente, luego a gran velocidad comenzó a deslizarse disciplinado por el camino paralelo que le habían marcado. Asociación de ideas. El tren de Andrea, era con seguridad, menos rápido y más ruidoso, pensó en Nada, en Andrea, en los obstáculos  que tras abandonar la estación salieron al encuentro de la protagonista.

Moral represiva
La iniciación de una muchacha que llega a la gran ciudad con dieciocho años resulta un tanto desesperante. Tía Angustias aparece dispuesta a exigir un cumplimiento escrupuloso de sus órdenes y a controlar los movimientos de Andrea. Esta mujer frustrada ve en la ciudad un infierno del que ella debe salvar a su sobrina Representa la moral represiva, el orden disciplinario, pero también la falsa moralidad de la sociedad biempensante. Cuando tía Angustias decide marcharse, Andrea ve su liberación.

Hambre
Provocado en gran parte por su proceder infantil e inmaduro, el hambre, atroz que padece en la segunda parte llega a desequilibrar a Andrea no solo por el problema físico de la inanición; psicológicamente, su penuria contrasta con la abundancia de la familia de Ena y el derroche de la fiesta de Pons. Las dos situaciones conjuntadas llegan a convertirse en obstáculo insufrible.

Desengaños
Andrea siente asco cuando Gerardo importuno y paternalista, con quien se había citado, no pierde la oportunidad de besarla. Pons compañero de universidad,  le sirve de enlace con un grupo de jóvenes bohemios que se reúnen en el estudio de Guíxols; le proporciona la sugestión de un cortejo invitándole a un baile para, en el mismo, rodeado de gente de su clase, ignorarla tal vez por su pobreza, por su aspecto. A este nuevo obstáculo de la decepción amorosa,  se suman la relación de  Ena con Román y la de este con la madre de Ena. Andrea vaga a la deriva por los empujes que reciba de una y otra parte.

El tren acortaba distancias difuminando paisajes y objetos en razón directa a su velocidad. La mañana era fresca, la ventanilla lloraba las diferencias de temperatura. En estas meditaciones se le había ido parte del trayecto, sacó el marca páginas de su alojamiento: Tercera parte.

 –Me dará tiempo a terminar la novela –pensó.

“Cuando estuvimos frente a frente en el café, en el momento de sentarnos, aún era yo la criatura encogida y amargada a quien le habían roto un sueño. Luego me fue invadiendo el deseo de oír lo que la madre de Ena, de un momento a otro, iba a decirme. Me olvidé de mí, y al fin encontré la paz”.

Andrea está ya cansada de vivir entre los  dos mundos en que se había convertido su vida. Ha traspasado el umbral de la inocencia, empieza a comprender, a moderar sus entusiasmos.

“El aire  de la mañana estimulaba. El suelo aparecía mojado con el rocío de la noche. Antes de entrar en el auto alcé los ojos hacia la casa en la que había vivido un año. Los primeros rayos de sol chocaban contra sus ventanas. Unos momentos después, la calle Aribau y Barcelona entera quedaban detrás de mí”.

Sumido en estas reflexiones el viajero apenas se percató de como el sol de la mañana reflejado en la  pérgola de la estación, parecía  hacer guiños de cita al reptil mecánico que supuestamente halagado por ello o por otra perentoria necesidad iba disminuyendo su marcha. Solo cuando se detuvo devolvió Nada a su lugar en el bolso y se dirigió a la cafetería.


 -Un café con leche y un croissant, ¡Por favor!


3 comentarios:

Pedro Ojeda Escudero dijo...

la vida como obstáculos, a veces como la vivencia que uno tiene de eso que le parecen obstáculos.
Qué buena forma de introducirnos en los temas esenciales, el núcleo duro de la novela.

Abejita de la Vega dijo...

Es la primera vez que contemplo una foto atractiva de la antipática estación de tren burgalesa, pobre Rosa de Lima.

Andrea no puede de dejar de pensar en su pobre aspecto, no se lo permiten. El sol saluda su partida, no se lleva nada o al menos eso cree ella.

Andrea quiere ser libre, se va.

Tu viaje nos lleva al viaje de Andrea.

Cerramos el libro. Alguien se preguntó cómo puede llamarse así un libro que contiene tanto y tan bueno. Tenía razón.

Besos, Paco.

Myriam dijo...


Me ha encantado la claridad de tu exposición.