Reflexión

Cuando triunfó el nuevo material de escritura [el pergamino], los libros se transformaron en cuerpos habitados por palabras, pensamientos tatuados en la piel. (El infinito en un junco. Irene Vallejo).

jueves, 18 de diciembre de 2014

Stettin años cincuenta. La sonrisa robada, José Antonio Abella

Stettin 1940

No llovía como en Flensburg pero una niebla obstinada y cerril dibujaba un cuadro surrealista difuminando paisajes y calles; los escasos transeúntes más parecían sombras fantasmales que ciudadanos camino de cumplir con la diaria labor. La bufanda mimando la garganta, el cuello del abrigo subido, las manos en los bolsillos, en bandolera el portátil y un fárrago de pensamientos desordenados y confusos: segunda guerra mundial, Alemania, Polonia años cincuenta… Habrá que documentarse.

Sí. Creo que fue en septiembre de 1939 cuando Alemania simulando el ataque a un puesto fronterizo invadió Polonia; los aliados le  dieron dos días para abandonar Polonia, transcurridos los cuales le declararon la guerra con resultado prácticamente nulo para los polacos.  A mediados del mismo mes la Unión soviética mediante acuerdo con Alemania, inició una ofensiva por el este, creando el caos en las defensas polacas incapaces de contener dos frentes a la vez. Las últimas unidades polacas se rindieron el 6 de octubre. Las banderas nazis empezaron a ondear en los edificios públicos y las  campanas de las iglesias a sonar, mientras sacerdotes, profesores, maestros y figuras destacadas de la ciudad eran detenidas junto a los judíos. Polonia, nunca se rindió oficialmente, consiguió crear un poderoso movimiento de resistencia en la sombra que colaboró con los aliados durante el resto de la Segunda Guerra.
Bajo la ocupación alemana se procedió a la partición de Polonia: por una parte los territorios del centro y sudoeste del país administrados por el Gobierno General, por otra las regiones que debían ser anexionadas al Reich. En estas últimas regiones germanizadas, se procedió a un programa intensivo de limpieza étnica.

Esta era la situación en Polonia cuando Edelgard, en su ciudad, abandonaba la infancia para entrar en la pubertad. Diez años más tarde comenzaba una relación epistolar con José Fernández Arroyo. Presumiblemente cuando en 1953 este materializó su sueño la imagen que arropando sus ilusiones al inicio del periplo llevaba de Stettin fuera parecida a lo que tras algunas consultas hemos fabricado. O al menos así queremos pensarlo.

Stettin (ahora Szczecin). Su ubicación en el extremo izquierdo de Polonia, sus lazos culturales y económicos con Alemania, su puerto y astillero hacen de la ciudad uno de los mayores centros comerciales y de tránsito.  Cuenta con un centro histórico medieval lamentablemente destruido durante la guerra, del que se han salvado algunos monumentos y edificios. Por su arquitectura ha sido considerada como “el Paris del Norte”. El corazón de la ciudad es una plaza en forma de estrella con muchas avenidas que parten a diversas direcciones. Otro de sus atractivos reside en el verdor exuberante de los numerosos ríos, lagos, bosques y parques que constituyen la mitad del área de la ciudad.

Sus principios se remontan al siglo VIII cuando la cima del castillo fue habitada por colonos eslavos. Durante mucho tiempo perteneció a los duques de Pomerania del Oeste, descendientes de la dinastía que reinaba en Polonia. En 1913 se abrió el canal que conecta Szczecin con Berlín, lo que  aumentó su actividad portuaria. En la segunda mitad del siglo XIX la industria se desarrolló rápidamente gracias al aumento de tráfico en el puerto marítimo. Aunque la imagen original de la ciudad ha cambiado mucho, su carácter único junto con la excepcionalidad de su arquitectura art nouveau  hacen que mantenga su encanto.

Sustituida la natural niebla por el artificio más práctico de las pantallas de neón, su humedad por la sequedad de la calefacción y varios libros sobre la mesa, intentamos -ante la imposibilidad de contar con Lufthansa como Abella- satisfacer nuestra necesidad de conocimientos recurriendo a otras fuentes como paso previo a la contundente  lectura de La sonrisa robada.


4 comentarios:

Pedro Ojeda Escudero dijo...

Una magnífica forma de contextualizar la lectura, Paco. Desde allí saldremos hacia la vida, tragedia y amor. Sin esto no podremos comprenderlo.

Abejita de la Vega dijo...

En la foto hay un niño que se vuelve a mirar a los soldados con curiosidad o temor, no sabemos.

Edelgard perderá su patria, su salud y sus sueños de futuro.

Besos, Paco. Feliz Navidad.

Myriam dijo...

Excelente y amena introducción. Una ambientación necesaria. Besos

Myriam dijo...

Muy Felices Fiestas para ti y los tuyos, Paco y que el 2015 les traiga muchas alegrías y salud. Besos