El
concepto “pareja” de los siglos XVII y XVIII, no resulta fácilmente asimilable
en el XXI. En principio el matrimonio se fundamentaba en la concordancia de
clase y prestigio y las uniones de conveniencia eran lo más usual, en gran
parte de los casos las necesidades financieras provocaban uniones entre diferentes
clases no por amor sino en busca de mejor situación económica o social.
Mayoritariamente el enlace tenía como objetivo la descendencia, crear una familia
y la perpetuación del apellido; suegros y padres conservaban cierta
potestad sobre la nueva célula familiar en función del dinero aportado (dote), en esencia se independizaban solo físicamente en un domicilio diferente.
Hasta el siglo XVII la casa suponía un reducto reservado exclusivamente a la
familia estanco a la vida exterior donde la mujer, a los efectos, era la reina
de su jaula; este detalle me parece importante por cuanto que en el XVIII las
costumbres cambian, se recibe a los amigos en el hogar, se conciertan tertulias
en casa y la mujer sale de paseo, el maestro de música, el peluquero mantienen
encuentros a solas con las damas, la apariencia física, las modas y la
ostentación, favorecen la presencia en casa de hombres ajenos al entorno
familiar hasta entonces casi sagrado preparándose de este modo el camino hacia El Cortejo: mezcla de acompañante, amigo o enamorado.
El cortejo, moda de origen italiano y francés consistía
en dotar a una mujer casada de compañía masculina para suplir al esposo cuando por razones sociales o de negocio se ausentaba. Este acompañante debía
asumir para con la dama ciertas obligaciones como asesorarla en el modo de
vestir; asistir con ella a eventos sociales y paseos; comer con ella y
acompañarla para que no estuviera sola. El cortejo (un adorno más para la dama)
tenía acceso a la casa con permiso del
marido, con la condición de que su relación fuera exclusivamente social dado
que en la aristocracia la virtud era una cualidad considerada incuestionable. A todos los efectos, en este peculiar mundillo tener cortejo era para la familia señal inequívoca de
buena posición -al menos económica.
La
burguesía como tantas veces en la historia no tardó en emular a la aristocracia
haciendo suya la costumbre de el
cortejo, que pronto comenzó a degenerar, perder
prestigio y ser fuente de infidelidades y adulterios. En este contexto
emergen, entre otras muchas
peculiaridades de la época, dos figuras que conoceremos, de la mano de Carmen
Martín Gaite al leer Usos amorosos del
dieciocho en España: El petimetre y El majo.
4 comentarios:
Excelente punto de partida: lo que había antes y el inicio del cambio. El XVIII comenzó el giro hacia las relaciones sentimentales como las conocemos hoy en día.
Cuanto más rígida es una sociedad, más hipocresía...
La liberación de la mujer española tiene raíces profundas.
Nos metemos en los usos amorosos de un siglo desconocido. Buena introducción.
Besos
Interesante, y muy sugerente para leer el libro.
"Era la reina de su jaula". Buena frase
Hola Paco. Me apunto a seguir tu blog, para que me ayude (seguro lo hará) en la lectura de este ensayo, que me está costando un poco.
¡Magnífica entrada!
Saludos y abrazos
Pilar
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