¿Qué es poesía?, dices mientras clavas
en mi pupila tu pupila azul.
¿Qué es poesía? ¿Y tú me lo preguntas?
Poesía... eres tú.
Rima XXI
Gustavo Adolfo Bécquer
El
lector atento de La sonrisa robada, atrapado en el dramatismo de escenas de abuso y sufrimiento que aun reflejadas con rigor y delicadeza son duras, obtiene compensación con los momentos de lirismo que aportan las
cartas de Edelgard capítulo a capítulo. Llegado al capítulo final, observo que la paginación es simétrica (616 páginas edición 2013) ni el número se ha dejado a la
improvisación. Con todo, lo más sorprendente a mi
juicio de cuanto encierran es la forma en que José Antonio Abella recoge y
narra historia y tragedia con
independencia de las cartas de Edelgard, que indudablemente solo a ella
pertenecen. En cada página la obra
deja huella al plantear cuestiones morales junto con interrogantes sobre la
ética y las conductas sin entrar en razonamientos sobre el bien y el mal. Tengamos en cuenta que el
tema nacionalsocialista suele dejar estigmas si no se utiliza el antídoto
adecuado, que en La sonrisa consiste
en la manifestación de la belleza o del
sentimiento estético por medio de la palabra, en verso o en prosa (DRAE: definición de poesía). No hago ningún descubrimiento la cita es del autor:
Durante toda la vida, no solo en su
camino a Flensburg, las palabras de Edelgard acompañaron a José. Pero ambos
compartimos los genes de un romanticismo tardío y una adolescencia incurable y errática
que se agrava con los años. (Pág., 19)
Cada
lector, dueño e intérprete del libro que adquiere da un sentido a la obra,
valorándola:
Todo ello es un valor en La sonrisa robada. El entusiasmo de quien esto escribe –tal vez agravado también por los años- tiene su razón de ser en el lirismo de la narración. La sensibilidad de José Antonio Abella se transforma en letra para la narración y esta en imagen para el lector que se adentra en el drama humano del vencedor sin tomar partido asistiendo a la trágica realidad del pueblo alemán oculta por otra no menor: el antecedente nazi.
- En función de su mayor o menor complejidad.
- Por su mensaje.
- Por su emotividad.
- Por como cuenta la historia.
- Por la historia que cuenta.
Todo ello es un valor en La sonrisa robada. El entusiasmo de quien esto escribe –tal vez agravado también por los años- tiene su razón de ser en el lirismo de la narración. La sensibilidad de José Antonio Abella se transforma en letra para la narración y esta en imagen para el lector que se adentra en el drama humano del vencedor sin tomar partido asistiendo a la trágica realidad del pueblo alemán oculta por otra no menor: el antecedente nazi.
Abella
parece solicitar al lector una reflexión sobre la obligación de vivir. Sin el eslabón de nuestra vida la cadena
quedaría truncada porque de la nuestra dependen otras, porque a pesar de la desolación y la ruina es posible
la esperanza.
Sin embargo, en la tristeza producida
por tanta destrucción es capaz de abrirse un hueco la algarabía de los
gorriones. De alguna manera, la tristeza es un sentimiento noble que reconduce
los espíritus hacia el mundo de las ideas, hacia regiones interiores donde la
belleza y el orden son todavía recuerdos queridos y afanes posibles. (Pág., 195).
Si
de alguna manera hubiéramos de recordar un amor apasionado a quien lo perdió,
el siguiente párrafo sería una buena guía:
De un nudo de su tronco a la altura de
mis manos, salen una ramitas jóvenes, con hojas todavía verdes. Corto con el
mayor cuidado dos de esas pequeñas ramas. Una es para José. Cuando regresemos
le hablaré de ese árbol grande y sano. Le diré que Edelgard duerme a la sombra de
ese árbol… (Pág., 235).
Y
Abella guarda las dos ramitas en un bolsillo cercano a su corazón. ¿Para quién
es la segunda?
El
romanticismo -de raíces alemanas- manera de sentir y concebir la naturaleza, la
vida y al ser humano, da prioridad a los sentimientos. José Antonio Abella
aporta junto a estos el necesario punto de realismo:
¿Es que los hombres no se dan cuenta
de algo tan sencillo de entender por cualquier mujer, ni tan siquiera los
poetas? ¿Es que no comprende que ella no quiere ser vista en ese estado y menos
por él? ¿Es que no le importa? ¿Acaso está José tan seguro de su amor que se
siente con fuerza para superar las pruebas más difíciles? (Pág., 336).
No
podría terminar sin aludir a un momento que me parece especialmente delicado y
tierno de la novela: CHATKA PUCHATKA. Un libro para niños. Una película de Walt
Disney. El osito “Winnie Pooh". Una
escuela especial:
-La escuela –pregunto a la joven
maestra ya sin duda sobre su oficio- ¿es para niños minusválidos?
-Sí, ya lo está viendo –me responde
ella en un castellano casi perfecto- pero la palabra “minusválidos” no es del
todo apropiada. ¿Se vale menos por no poder caminar…? (Pág., 593)
Pido
disculpas a quien esto lea por el abuso de citas, por la poca aportación. Pero me parece más útil y provechoso leer a José Antonio Abella que
perderse en disquisiciones. Cierro con otra cita más:
Las palabras enamoradas de Edelgard y
de José son el sustento de este libro. Estamos hechos de palabras. Las palabras
son las moléculas de nuestro ser, y mientras ellas vivan tendrá sentido la
ceniza. (pág., 442)
5 comentarios:
Qué certera entrada, Paco. El lirismo y los contrastes que provoca con lo narrado, las cartas de la joven alemana y todo lo que en realidad sabemos de su vida...
Gracias.
Me ha encantado tu entrada. No he leído el libro porque estoy centrada en otros menesteres, pero seguro que lo leeré. Me quedo con esta frase:
¿Se vale menos por no poder caminar?
Felz año 2015
un abrazo
¿Cómo decirlo? A mí también me llamó mucho la atención ese párrafo sobre cómo denominar a las personas con determinadas características. Años de discusiones buscando cada vez un eufemismo más y más complicado. Ahora mismo no sabría decir si lo de "personas con capacidades diferentes" ha sido superado por algo o no.
A raíz de la conversación con un colega, lingüista que no informático, pensamos que al menos para cierto colectivo habría que volver a usar "impedido" porque pese a lo que nos pueda parecer no es nada despreciativo, sino meramente descriptivo.
Ayer visité la escuela Chatka Puchatka , gracias a Google Maps. Accedí a su página web y había una niña en su silla de ruedas, no menos válida. Es verdad que la palabra minusválido no es acertada, desaparecerá como desaparecieron otras que ahora nos dañan el oído como subnormal, anormal, mongólico, etc. A lo que iba, el espíritu de Edelgard sigue ahí. La labor investigadora e incansable del escritor llegaron hasta allí, atrapado él también en el sueño de su amigo José.
El libro finaliza con mucha poesía, porque Edelgard es poesía, poesía eres tú, como dices.
No nos cansan las citas...siendo tan buenas.
Besos
Buenas noches, Paco Cuesta:
Siempre habrá románticos, aunque sean minoría.
Aún no tengo el libro, y no he leído el capítulo que citáis, pero las palabras hieren según quién las pronuncia, y la intención que conllevan. Sólo una persona muy ignorante de la vida puede utilizar ‘minusválido’ dando el sentido de ofensa o desprecio, pues todos tenemos minusvalías en nosotros o en las personas que queremos y nos rodean. Y si no es hoy, tal vez mañana. Nadie estamos libres.
Abrazos.
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