Dos
de los ejes sobre los que discurre la novela de Carmen Martín Gaite Entre visillos son: Natalia y Pablo
Klein; un profesor que anima sus alumnas para que defiendan su intención de
estudiar una carrera frente a la voluntad paterna, y les advierte de que la
sumisión a la familia perjudica muchas veces, puesto que limita o anula la
libertad del individuo.
Hoy quisiera, sin olvidar este concepto, rompedor
en los años cincuenta centrarme en las emociones.
“…
y de pronto él en persona se nos ha puesto al lado”.
Los
sentimientos que, en silencio, desde el incógnito y en una sola dirección
tienen como escenario el aula de un instituto han sido, y entiendo que seguirán
siendo -como tarea fácil y posiblemente rentable que es- manantial de no pocas
publicaciones lacrimosas. La dificultad de expresar en un texto la dimensión de
ese sentimiento unidireccional reside en narrar desde el sentimiento mismo de
forma natural.
Tan
natural como lo puede ser que dos compañeras al salir de clase coincidan en el
camino con su profesor. Tan natural como que este les acompañe. Tan natural
como que en el trayecto el diálogo comience por el instituto y derive a temas
de futuro o personales.
Tan
naturalmente complicado como para que se produzca una atracción emocional hacia
quien enseña que hay horizontes más allá de la rigidez académica:
"…
dice [el profesor] que nada más aprende el que tiene ganas y que por eso no da
sobresalientes ni nada, para que el que estudie no lo haga por la nota, sino
por el interés de aprender".
y familiar:
"¿Qué
hay de lo de su padre? –le pregunté- ¿Ya le deja que estudie carrera?
[…]
Si
quiere hacer carrera, la tiene que hacer, convénzase de eso".
Emociones
adolescentes que empujan a ese absurdo sentido del ridículo que lleva a
sentirse infantil con un bocadillo en presencia del profesor. Contar
los portales en un intento de acortar el espacio que falta hasta casa para dejar
de compartir con un desconocido conocido argumentos en los que tiene razón. Rechazar
un café: “Que era tarde, eso le dije, que idiota soy”. En suma: perder la compañía
que deseaba mantener para una vez en el
rellano de la escalera desandar el camino corriendo en su busca con la
intención de recuperar el café desdeñado.
Esa
etapa turbulenta, llena de irresponsabilidades y conductas de riesgo, llamada adolescencia, ese tiempo
privilegiado en el que el cerebro se rediseña por completo para alcanzar una
autonomía responsable precisa de cariño y entendimiento, tomar en serio sus
intereses por ridículos e infantiles que parezcan. También una dosis de
exigencia prudentemente administrada y diálogo, mucho diálogo.
Carmen
Martín Gaite con la figura del profesor introduce ese interlocutor válido que
el adolescente necesita. El padre despreocupado y dominante representa el
negativo de lo que necesita la hija en esa edad difícil, a pesar de que permite
que estudie en un instituto público.
4 comentarios:
Pablo significa una perspectiva diferente: la demostración que puede haber algo que rompa el círculo provinciano. Bien visto.
Abrir horizontes. En ocasiones, los que la familia cierra.
Un abrazo, Paco.
Buenas noches, Paco Cuesta:
Actuar con naturalidad y de corazón. Algo que hace Pablo Klein con las personas que trata.
Un abrazo.
Ese profesor que viene de afuera, les abre perspectivas, horizontes, ventanas y les señala que otra realidad es posible.
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