Reflexión

Cuando triunfó el nuevo material de escritura [el pergamino], los libros se transformaron en cuerpos habitados por palabras, pensamientos tatuados en la piel. (El infinito en un junco. Irene Vallejo).

jueves, 17 de septiembre de 2015

El toro de la Vega. La identidad. La tradición, Los localismos. La no dependencia


El tema no es nuevo. La competencia entre el hombre y el toro (al margen de la caza) en la Península Ibérica ha tenido desde antiguo partidarios y detractores. Ya a mediados del siglo XIII Alfonso X prohibió que el hombre se enfrentase a cualquier animal para combatirle por razones económicas, admitiendo no obstante el encuentro si el fin era mostrar su valor y destreza. Las fiestas, torneos, o como quiera que -con más o menos acierto- se quiera denominar siempre vivas e imprevisibles en que el toro es protagonista de un espectáculo con más defectos y brutalidades que estética, han sido y son cuestionadas por razones económicas, religiosas o de sensibilidad pero se mantienen al día de hoy.

En España, a diferencia de otros países europeos perviven costumbres creencias y actitudes de tiempos atrás -podríamos con certeza remontarnos al Medioevo- actualizadas y puestas al día en lo externo pero sin perder la esencia primitiva en lo emocional. Estos usos y costumbres se detectan con profusión en el sentido de lo religioso no sólo en recónditos pueblos, también en las ciudades. Leo en dos artículos de Antonio Muñoz Molina recogidos en La huerta del Edén[1]: “La semana Santa a parte de confirmar la evidencia de que todo rastro de laicismo público está siendo abolido en Andalucía…” (Ética del agua) y más adelante: “Si los novios (en referencia a Antonio Banderas y Melanie Griffith), como han prometido en público, vuelven por Semana Santa, lo más probable es que los alcen sobre un trono y los paseen en procesión” (El pelotazo del verano). Recordemos que Banderas ha dirigido el trono de la Virgen de las Lágrimas en las procesiones de Málaga. Creencias y actitudes que también se hallan presentes en la mal llamada Fiesta (de origen incierto) Nacional que forma parte del modo de ser español (hasta en pequeños pueblos había plazas de toros fijas o improvisadas) y expresión del primitivismo (sin connotación peyorativa) hispano heredado de una tradición que vinculaba estos festejos al sentimiento: nobleza, valor, elegancia, arte…

Tal vez debamos buscar en lo profundo de estas y otras muchas manifestaciones e identidades “tan nuestras” la razón y empecinamiento en mantener como grupo, determinadas posturas que en ocasiones no mantenemos en lo individual. El toro de la vega, hoy de plena actualidad, es una de ellas. Localismos, independencias, diferencias étnicas, religiosas, la tolerancia a inmigración y exilio, son otras más. Los enfrentamientos no se producen sólo por defender ideas, situaciones o expresiones culturales, las más de las veces orgullo y sentido de pertenencia llevan a defender la sinrazón.




[1] Ollero Ramos Editores, Madrid,1996

1 comentario:

Abejita de la Vega dijo...

Hay tradiciones respetables y tradiciones que no son dignas de respeto. Así pienso yo. Una buena reflexión, Paco.